Caballería roja


Reseña de Caballería roja de Isaak Babel para Seminario de Literatura Rusa, por Nahuel Campos. Año: 2020

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“El sol naranja rueda por el cielo como una cabeza cortada, una luz delicada se enciende en los desfiladeros de las nubes, los estandartes del ocaso ondean sobre nuestras cabezas. El olor de la sangre de ayer y de los caballos muertos gotea sobre el fresco del atardecer”

En unas pocas líneas, el contraste que se presenta resulta tan abrumador como envolvente. Un contraste entre la más absoluta crueldad y las imágenes más bellas y poéticas. Este contraste es el que acompaña al lector a lo largo de los treinta y cinco relatos, cada uno más desesperante que el anterior, que integran aquel libro tan extraño como maravilloso, Caballería roja, del escritor ruso Isaak Babel. Relatos que este escribió cuando era voluntario y corresponsal en el Primer Ejército de Caballería en el frente polaco. Relatos en los que Babel logra, con mucho tino, mimetizar el espíritu humano con el paisaje seco, adornado con los hechos aberrantes que tienen lugar en el conflicto.

En Caballería roja, seguimos las desventuras de Kiril Liustov, alter ego de Babel, en medio de su campaña junto al Primer Ejército de Caballería del Ejército Rojo.  Un narrador extraño, un intelectual en medio de un ejército de cosacos, que esconde su verdadera identidad. Un dato no menor es que eso ocurrió realmente: Isaak Babel, oriundo de Odessa, se cambió el nombre para no ser descubierto como judío. Este Liustov intenta por todos los medios participar y ser uno más, sin éxito. Es un cronista que, en un principio, parece ser respetado y dejado de lado, pero que lentamente cae y va convirtiéndose en algo que ya no es humano. La guerra misma, el ambiente brutal de sus camaradas, lo lleva a actuar de forma dura y violenta. Liustov se personifica como una suerte de Dante con anteojos, cuyo destino (la frontera con Polonia) lo obliga a retratar y experimentar en carne propia, los propios castigos que su contraparte italiana simplemente observaba.

Caballería roja, como dijimos anteriormente, es un libro de relatos. Sin embargo, puede leerse como una unidad. Personajes recurrentes, historias que continúan y llegan a un fin. El título del libro muestra como la literatura queda dislocada. Este título remite, hace recordar, las novelas de caballería. Épicas aventuras de los pináculos de la honradez y la virtud. Nada de eso ocurre en Caballería roja. Este libro da vuelta todo eso. No es una novela o libro de caballería más, es, por el contrario, el antilibro de caballería.

Babel construye un mundo sin grandes héroes ni acciones dignas de ser narradas. De hecho, muchos de los episodios narrados, como el saqueo de la iglesia de Berestechko, o el degüello de un ganso por parte del mismo Liustov o la manera descarada en que los propios cosacos se traicionan entre sí, son historias de la miseria y la barbarie. No es, tampoco, un relato sobre el poderío invencible de aquel ejército frente a los polacos, no hay grandes acciones heroicas ni héroes memorables. Caballería roja pone en primera plana el horror, la crueldad y la brutalidad: las imágenes que acompañan el relato son de pueblos devastados, hombres desfigurados, mujeres vulneradas, falta de consideración de cualquier cosa que sea humano. Todo narrado con un realismo abrumador, lleno de ironía cruda, pero cargado de una fuerza crítica donde lo terrible se vuelve sorprendente.

Estos relatos, que bien podrían ser capítulos si pensásemos Caballería roja como una novela, son cortos, y muchos trascienden el formato para ser narraciones orales, fabulas que Liustov transcribe, dado que el resto no sabe o no puede escribir. Muchos de los relatos de combate son historias o comentarios que otros le comentaron al narrador. Liustov muchas veces no asiste al combate, lo reproduce.

El material crudo que Babel usa es su propio diario de anotaciones. Allí se pueden encontrar relatos desgarradores, testimonios, nombres de personajes. De ese material, Babel toma los hechos y le pone su estilo. Porque si hay algo que parece imposible es la fusión de aquella barbarie con la forma literaria más perfecta para retratar el ambiente en que se mueven estos personajes. Los colores, los olores y las imágenes, como la citada al principio de este texto, remiten a la muerte, a la guerra. Babel no endulza la realidad, la hace bella estéticamente, simplemente para mostrar la sordidez que rodea a los personajes. Le da calidad literaria a lo vulgar, a lo bajo, a lo que se vuelve rutinario.
Los relatos están repletos de espacios donde el silencio aturde tanto como el ruido de las metrallas. Babel, a través de Liustov, narra los silencios que hay entre combates; aquello que no se dice, que se oculta. Las marchas de los cosacos, los pueblos saqueados y despojados de su vida cotidiana, los personajes taciturnos: salta a la vista lo que ocurre, pero no se dice, se calla y se vuelve recuerdo al pasar de página. Babel capta, como pocos, en secuencias narrativas esa realidad extrema. Las descripciones de los combates son, en sí mismas, superficiales. En los relatos donde se avecina un conflicto, lo que Babel nos muestra es poco. No hay grandes estrategias militares, sino que existe, a veces, la arenga previa, pero todo queda quieto una vez comienza el combate. Es esta anticipación a la lucha, esta calma previa a una tormenta, la que promete conmover y hacer levantar el espíritu y fundirse a todos los hombres en una unidad. Cosa que nunca ocurre. Luego de la batalla, de esa tormenta que no llega, hay silencios y reproches. Miradas y gestos que se pierden por no saber comunicarlos. El silencio que envuelve a los protagonistas corta como el más filoso sable.

Los lectores no asistimos a la lucha, sino que vemos las consecuencias, los muertos, los saqueos. No hay historia que valga, en la guerra hay (y hubo) muertos. Personajes que en medio de ese caos pasan por todos los estados de ánimo; donde los afectos se trastocan y se trata mejor a un caballo que a otro ser humano. Lo que resalta es la humanidad misma de todos los personajes, aquellos que son condicionados por sus propias contradicciones y miserias. Ellos llevan adelante las acciones. Son de carne y hueso, son prejuiciosos, miserables, y brutos. Sin embargo, así son, así sobreviven.

Caballería roja es uno de esos libros que lo deja a uno con una sensación extraña: se puede disfrutar de la forma narrativa, de sus descripciones y de las imágenes que el narrador va componiendo; y horrorizarse ante lo que allí ocurre y se cuenta. El vacío que queda, la desazón de lo que se lee lo acompaña a uno a través de las páginas. Es un libro que uno quiere dejar por momentos, porque mucho de lo que se lee en esas páginas duele.

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