Perderse para encontrarse
Género: reseña.
Escrito realizado en el marco de la materia Expresión oral y escrita I.
Autoría: Alan Eloy Tevez - Mail: alaneloytevez@gmail.com
Año de producción: 2015.
Escrito realizado en el marco de la materia Expresión oral y escrita I.
Autoría: Alan Eloy Tevez - Mail: alaneloytevez@gmail.com
Año de producción: 2015.
Vivimos
como soñamos, solos.
Joseph Conrad – El corazón de las tinieblas
Joseph Conrad – El corazón de las tinieblas
Uno
se puede poner a pensar sobre qué eje gira en torno la novela como género. Independientemente
de los materiales que utilice, parece haber una cuestión filosófica de fondo.
Cuando uno lee un cuento, le parece que, más allá de su extensión, este se
encuadra dentro de una determinada linealidad temporal, es decir, pertenece a
un tiempo definido. Con la novela ocurre algo distinto: el lenguaje viene a
desarrollar un diálogo consigo mismo más allá de esa linealidad temporal que se
ubica en el sitio de las palabras y el argumento. Parece rebasar sus límites no sólo por su
extensión (que varía sensiblemente si a número de páginas nos referimos) sino
porque parece ubicarse en un sitio de ausencia, como si el lenguaje buscara
comunicar algo para suplir esa ausencia. Sobre este terreno la novela
desarrolla una búsqueda constante. Esta percepción intelectual del tiempo
pareciera pertenecer exclusivamente a jóvenes y adultos, pero en la temática
del género novela puede ocurrir tranquilamente lo contrario. De esta manera es
que uno se puede sumergir en la novela Frankie
y la boda (titulada The member of the
wedding en inglés) de la autora estadounidense Carson McCullers (Georgia,
1917 – Nueva York, 1967) y percibir esa pérdida en la historia de Frankie
Addams, una niña de doce años que busca abandonar su pueblo. Ella cree que la
situación propicia para llevar a cabo su cometido será la boda de su hermano
Jarvis, soldado del ejército estadounidense, que tendrá lugar en Winter Hill.
Piensa irse junto a él y su novia a recorrer el mundo y así cambiar el rumbo de
su vida.
Desde
el primer momento, el relato da cuenta de lo excluida que se siente la
protagonista respecto de un mundo que comienza a percibir como un lugar
inconmensurable y más insondable de lo que pensaba. Esta sensación de no
encajar en ninguna parte y la noción que va cobrando de los problemas que
existen más allá de su entorno inmediato la agobian sobremanera, la hacen
sentirse completamente incapaz y superada por los acontecimientos y ahonda en
ella una profunda sensación de culpa. De ahí surge su necesidad de escapar, de
dejar atrás la estrechez del espacio del jardín y la cocina donde pasa el
tiempo con su primo hermano John Henry, de apenas seis años, y la mucama negra
de la casa, Berenice, quien se convierte en su confidente en un hogar de
marcada ausencia paternal (la madre de Frankie murió cuando ella nació y su
padre apenas pasa tiempo en casa, obcecado en la rutina del trabajo). Temas
como la desigualdad social, el racismo (la segregación racial es un tema que
primero pasa por el nivel de la sugerencia hasta tomar connotaciones directas)
o incluso la identidad de género aparecen para visibilizar a estos sujetos
excluidos de la sociedad ultra conservadora del sur de los EE.UU. El marco
histórico en que se inscribe la historia (pleno desarrollo de la Segunda Guerra
Mundial, cuando EE. UU entra en la contienda para validar su lugar de nueva
superpotencia económica y militar) suma a la noción de espacio y temporalidad
en la obra, ayudando a crear una voz angustiada y también una voz solidaria.
Algo
destacable de esta obra de McCullers es su ritmo de una aparente intensidad de
bajo vuelo en los hechos, pero de una intensidad emocional y un vigor
descriptivo notable (el paisaje, a la manera en que es descrito, constituye una
insustituible poética del sentimiento de la protagonista). Conforme avanza el
relato, en sus tres capítulos que abarcan un fin de semana, el personaje
principal cambia de nombre: en el primero se llama Frankie, en el segundo F.
Jasmine y en el tercero sencillamente Frances. Esto nos da a la idea de la
transformación que se produce en ella y también en su entorno. Fundamentalmente
nos acerca a un proceso en el cual el personaje principal parece haber perdido
el rumbo y que, aunque desea escapar junto a la pareja de novios, no sabe a
dónde ir. El destino se le aparece como
algo incierto en el horizonte, esto la lleva a realizar angustiantes
reflexiones que no logra conectar entre sí debido a su inexperiencia. Lo único
que sabe es que quiere irse y, en lo posible, ser parte de algo (por eso busca
en su hermano Jarvis y su novia el “nosotros de mí”), pero tendrá que afrontar
una irremisible soledad para acometer esta búsqueda. Entre tanto; esa ausencia
no será suplida y ese tiempo, que no volverá, seguirá su marcha indetenible,
inexorable.
Fernando
Pessoa, a través de su heterónimo Bernardo Soares, decía que sólo el oprimido
sabe lo que es la libertad. De la misma manera, podríamos decir que sólo aquel
que está solo sabe lo que es la compañía. Quizás sería mejor ponerlo en
palabras de la propia autora en su obra La
balada del café triste: “A menudo el ser amado no es lo que desencadena el
imperio lentamente acumulado en el corazón del que ama. El amor es una cosa
solitaria. Este descubrimiento es el que hace sufrir”. Así es como encontramos
a la soledad como contrapunto de la compañía, la inclusión, la pertenencia; el
pasaje de la ilusión a la desilusión y el camino de la pérdida, de la ausencia,
para lograr encontrarse a uno mismo y así vivir el tiempo presente. Tales son
los ejes fundamentales de esta bella obra de McCullers.
Carson McCullers, dedica uno de sus libros en 1946. HENRI-CARTIER BRESSON. Fuente: El País |
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